martes, 28 de octubre de 2008

Un pensamiento suelto acerca de la felicidad “profunda”.

Este segundo está siendo tan crucial como todos los demás segundos de mi vida, o de cualquier vida que pretenda retornar sobre sí y pensarse a sí misma. Si pensamos en cada uno de nosotros como algo que se está consumiendo y muriendo para poder vivir no se si me asusta más el temor a no tenerlo en cuenta o el hecho mismo de ser conciente de ello. Quizás en esto esté la respuesta a la felicidad, porque cuanto más concientes somos de nuestra situación (tomemos en este caso el continuo morir), más nos alejamos de la felicidad, o por lo menos de lo que pretendemos que la felicidad sea, es decir si aceptamos el concepto de felicidad que nos sugiere nuestra cultura y nuestra sociedad. Y no me estoy refiriendo a los aspectos más pasajeros y efímeros que proclaman una felicidad que se “ve” a simple vista convertida en objetos materiales. Eso es para los livianos de pensamiento! Estoy hablando de la felicidad como concepto abstracto, como determinado estado del ser que cada quién sabrá hasta donde llega o en donde pone el límite para su conformismo. Algo tan propio que va mucho más allá de la aparente felicidad con la que tendemos a mostrarnos ante los demás; ese estado tan profundo y protegido que se encuentra reservado con exclusividad para todo pensamiento que volquemos hacia el interior. Porque cada uno tiene su propio autoconcepto y su correspondiente conciencia de felicidad, que por supuesto va mucho más lejos y es infinitamente más profunda que lo que la felicidad adaptativa (que actúa como defensa) nos permite mostrar. Yo no se si hay una felicidad que actúe como “auténtica”. Es más, resulta difícil discernir si estamos ante dos felicidades diferentes o si es una única felicidad que muestra varias caras. Tal vez lo más claro sea ver a la felicidad que he llamado anteriormente “adaptativa” actuando como protección o siendo la cara visible de la felicidad “profunda” o “sincera”. Es claro que el mayor gasto de energía psíquica lo lleva la felicidad “adaptativa” ya que muchas veces se encuentra a la deriva y debe responder a las exigencias de lo que queramos seguir que a su vez responde a los vaivenes de los valores exaltados por la cultura. La felicidad adaptativa es la felicidad de los otros, y menos aún, es la felicidad que nosotros fabricamos para los otros y con la que nos engañamos y le hacemos trampa a la felicidad que nuestra conciencia más remota sabe que merecemos y que será la que nos permita en definitiva valorar el habernos atrevido a ser concientes de que somos una “hoguera”. Es en este sentido que planteo en un principio, el ser conciente de lo efímero y crucial de cada momento. Debemos plantearnos instante tras instante cada decisión a tomar, ya que será única y definitiva para cada momento. Después podrán venir enmiendas o arrepentimientos...pero ya no será igual. Debemos plantearnos si cada decisión, si cada paso a seguir responderá a lo que queremos en ese instante y en lo que vendrá a consecuencia de él; y por lo tanto en cada momento tendremos la responsabilidad de elegir entre la satisfacción de nuestra felicidad profunda o enmascararnos en el refugio, quizás más seguro sí, pero cobarde de la felicidad “adaptativa”.

Circles...

















...ojala me convenza algun dia
y crea que todo es un ciclo,
que las simetrias son,
que lo bueno llega
y que lo malo
tambien hay que merecerlo...

ojala algun dia pueda
leer esto sonriendo,
mientras los ecos grises
ya esten desapareciendo

yo te cree
te di vida en mi alma
supe amarte como a nada,
sentirte latiendo en mi pecho

fuiste mi centro
mi punto de partida
y el destino de mis besos

fuiste realidad y esperanza
fuiste futuro, fuiste calor
y prometiste vida a mi sol

ojala el eterno retorno
sea mi revancha
me seduzca de nuevo
llenando mi ser de esperanza

ojala vengas de nuevo
porque quizas vuelva a perdonarte
volveria a sufrir como ahora
si vuelvo a amarte como antes...


...que no esten cargados...

La suerte es una excusa, una trampa del entendimiento, es un manotazo, un burdo intento por acomodar lo que no llegamos a controlar.

La suerte es un conformismo, es no animarse a luchar hasta las ultimas consecuencias. Es cobardía y siempre un engaño al orgullo propio, ya sea por no tener la fortaleza de aceptar una derrota o bien por tener la debilidad de no seguir buscando la respuesta.
La suerte es una pseudo-respuesta y la creemos la respuesta, es el atajo mas fácil para huir de lo desconocido.
Y que es mas digno de buscar que lo que aun no se conoce?
Lo desconocido es lo menos buscado, en general no buscamos lo desconocido o al menos intentamos con todas las fuerzas “encajar” eso que no sabemos que es, en alguna categoría que nuestra capacidad de asombro tolere y acepte. Y así “funcionamos”, creyendo que es meritorio descubrir lo que nos hemos convencido (vaya a saber por que) que debemos descubrir. De esa manera la suerte soluciona el resto, nos da la respuesta mas cómoda y simple si algo escapa y nos mueve el mundo de verdad.
El azar no es mas que una definición, es el nombre que le hemos puesto a eso que no comprendemos, a aquello que resulta tan complejo o inabarcable que no podemos conocer y entender sus causas; (que lógicamente existen) y por lo tanto no podemos controlar.
En esto como en todo hay grados; la suerte a veces enmascara la carencia de voluntad para buscar esas causas, a veces la imposibilidad de hacerlo o bien la frustración por haberlo intentado y no llegar a lograrlo.
Pero quizás la importancia radique mas que nada no en negar la suerte o no utilizarla sino en ser concientes de su origen, su función y lo paralizante que resulta la mayoría de las veces.

domingo, 12 de octubre de 2008

...uN pUnTo, UnA bUsQuEdA...

BuScAr....

Buscar es ya un destino, es un tiempo de espera ineludible; pero siempre el mas eludido. Buscar quizás ya sea encontrar, es sin dudas vivir, es sentir la vida haciéndonos temblar, erizar, soñar que somos eso que deseamos ser.
Buscar es aceptar, es aprehender a aprender de las desilusiones, dándonos cuenta que casi todas ellas son auto-desilusiones, son engaños que nosotros mismos nos hacemos para evitar algo, para convencernos de que ya somos eso que queremos y en gran medida para no aceptar o no asumir la búsqueda. Nos convencemos de que el mundo, las personas que queremos y hasta nosotros mismos somos un ideal, ese ideal que acomoda la aceptación y que facilita el día a día. Pero no. Eso es comodidad, eso es tomar los atajos, y la mayoría de las veces no llegamos a ninguna parte. Probablemente desde el primer día supimos o al menos sospechamos que algo hacia ruido en nuestro interior, que habían cosas que no estábamos viendo nada mas que por no quererlas ver; quizás siempre sentimos que esa persona nos iba a traicionar, que esa persona no era mas que lo que queríamos ver de ella. Pero infaliblemente llega el momento en que los atajos ya no sirven, en que la necesidad de verdad golpea tan desesperada nuestro pecho que no podemos tolerar mas el engaño. Y es ahí cuando todo cede, cuando nuestro techo cargado de fantasías se derrumba, porque las paredes hechas de mentiras y la falsedad se vuelan con un suave aleteo. Y ese es el precio…desazón y dolor… y se empiezan a desgastar nuestros cimientos. Pero la culpa es mas que nada nuestra, es tal vez en su totalidad culpa nuestra.
El mundo es como es, las personas son como son. El error es nuestro, es el error por no hacer mas que ajustar todo a nuestros ideales, y ellos no son mucho mas que una imagen nuestra, no son casi nada mas que deseos y sueños propios. No podemos amoldar el mundo y las personas a nuestros ideales, pero estoy convencido de que si llegará el momento en que simplemente no necesitemos eso, porque vamos a sentir que aquello que tanto deseamos esta ahí, contenido en nuestra mirada, en nuestra alma o en el calor de una abrazo.
Pero para ello debemos buscar, debemos aceptar la búsqueda sincera y sin atajos, debemos buscar sin engañarnos y sin evitar vivir, sin esquivar el dolor o el trabajo. Debemos buscar sin temor, sin hacer de esa búsqueda una obsesión.
Busquemos lo nuevo, lo “otro”, eso que nos conmueve y nos hace sentir vivos, sin imágenes falsas ni auto-engaños, sin querer obligarnos a aceptar que algo es lo que queremos para nuestras vidas si no es así, sin convencernos de que el mundo es como queremos que sea, sin proponernos siquiera entender a personas que siempre supimos como eran y seguirán siendo, mas allá de nuestro amor, de nuestro sufrimiento o nuestra entrega incondicional.. Porque la responsabilidad es nuestra, y esta en nuestra elección, esta en nuestro afán de búsqueda y en nuestra ambición de felicidad.
Busquemos sin cesar, desfrutemos buscar. En cada ínfimo y eterno momento de búsqueda no estaremos haciendo otra cosa que buscándonos a nosotros mismos. Por eso debemos estar fuertes, debemos querernos, valorarnos y sentir que cada momento es nuestro, que cada segundo es vida...

jueves, 2 de octubre de 2008

ComIenzO DeL CoMienzO


Le habían suplicado que no lo dijera, que no cometiera ese error. Pero cómo evitarlo? Cómo saber que es el momento de callar...
El hombre se sentó a pensar sobre lo ya pensado infinidad de veces, se dispuso a dar vueltas sin más sentido que el del eterno reproche de una conciencia que jamás había sabido perdonarlo. Quizás el perdón nunca haya sido patrimonio de su conciencia y si así fuera, algo era seguro: nunca más lo será.
Sin embargo, algo en su interior, en lo más profundo de su capacidad de goce le hacía sentir, sin temor a la duda, que se sentía a gusto consigo mismo, que por más pequeño que resulte ese momento de placer era tan suyo como cada una de las sensaciones que pudiera experimentar y nadie, absolutamente nadie podría arrebatárselo jamás. Podrían quitarle su radio, la escasa ropa que tenía, su libertad, y hasta su vida, pero quién en este universo creador de reglas absurdas tendría la capacidad de quitarle ese momento en el tiempo, ese pedazo de realidad propia, de conciencia que lo regocijaba y lo ataba al lado más compartido de la locura?
Y de eso se trataba; de jugar con los límites de la locura. Límites tan difusos como peligrosos, límites que nadie nunca ha podido definir, quizás porque nunca nadie ha podido habitar ese universo sin tener que quedarse allí eternamente.
Pero todo estaba terminando..., absolutamente nada podría jamás revertir su situación de encierro. Él ya estaba acostumbrado al encierro, se sentía a gusto con el dulce gris del encierro, pero su encierro era suyo, era una prisión propia, que lo mantenía latiendo en algún mundo.
Pero esta vez no podría escapar, ni tan siquiera encerrarse-escaparse de este novedoso enrejamiento. Era un encierro físico, de paredes que estaban por fuera y no se moverían más a su antojo, era el encierro “de los otros”...; la prisión de la mayoría.
Siempre había sido y siempre sería una cuestión de números y de límites. Él siempre pensaba que era suya la decisión acerca de la postura con respecto a esas cantidades y esos límites y barreras, y quizás era este el momento de quiebre en el que se daría cuenta de su impotencia y lejanía con respecto a la toma de decisiones en su vida.
Ahora quedaba esperar..., esperar algo..., pero qué? Nunca habría imaginado que llegaría un momento tan estático y sin brillo. Siempre había sido una persona paciente y nunca le había molestado esperar, pero sus esperas (muchas aún vigentes y tal vez infinitas) estaban llenas de sentido y de confianza en lo que luego vendría a suceder. Pero ahora no. Sabía que debía esperar, pero esperar sin tiempo y sin objeto o suceso esperado. Esperaría la totalidad de las posibilidades, o la nada. Era completamente conciente de que más temprano que tarde comenzaría a desesperarse. Que sus ojos ya no verían la luz, que perdería noción del paso del tiempo, que escucharía el latido de su corazón como antes había escuchado el latido desesperado que ahora lo tenía preso sin remedio. Pero quizás lo que más le preocupaba era que nada pasaría inadvertido, y no podría dejar de importarle por más que esto fuese su más profundo deseo. Sería conciente de su desesperación y de la agonía de sus nervios.
Empezó poco a poco a reconstruir su situación actual, a subir y bajar por la escalera del tiempo. No buscaba nada específico, solamente intentaba encontrar...preguntas sin respuestas y respuestas sin sentido que lo acercaban cada vez con mayor peligro a una nueva crisis. Sin embargo esto no dejaba de seducirlo ni un instante, quizás fuera en una nueva crisis en dónde encontrara un leve escape, una transitoria fuga a sus pensamientos más concientes y persecutorios.